Uno de los grandes cabeceadores de la historia: Horst Hrubesch
Montag, 22. Juni 2020
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A sus 23 años, el delantero todavía estaba jugando en categorías modestas del fútbol germano, pero seis años después fue el autor del gol que dio el triunfo a Alemania en el último suspiro en la Campeonato de Europa de la UEFA de 1980.
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La tardanza define la carrera de Horst Hrubesch. A los 23 años todavía estaba jugando en los campeonatos menores del fútbol alemán, pero seis años más tarde fue el delantero del combinado teutón en la conquista del Campeonato de Europa de la UEFA en 1980 con un tanto en el último minuto. Tras no anotar ningún gol en la fase de grupos de la EURO de 1980, logró un doblete en la final frente a Bélgica.
El seleccionador de aquella Alemania Federal, Jupp Derwall, tomó la decisión correcta manteniendo a Hrubesch en el once y el delantero respondió con dos goles, el segundo en el último minuto del partido para llevarse la victoria. Un verano para el recuerdo.
Sobre ser 'La Bestia de los Cabezazos'...
"Me puso ese apodo el entrenador Rot-Weiss Essen. Siempre he intentado jugar lo más sencillo posible y, por supuesto, sacar el máximo provecho a mis habilidades. Tenía un gran salto y mi 'timing' era decente también. Jugué en la Bundesliga durante ocho años y marqué 136 goles, 81 de ellos con la cabeza".
Su llamada después de la lesión de Klaus Fischer...
"Recuerdo recibir la llamada de Jupp Derwall para decirme que estaba en el equipo. Fue un momento cumbre en mi carrera. Podría haber sido convocado, pero es probable que no hubiese jugado ningún partido. Incluso antes del torneo no me llamaron a un partido ante Francia en Hannover y después todo sucedió muy rápido. Yo siempre he empezado un poco tarde. Tenía 23 años cuando jugué mi primer partido en la Bundesliga y 28 cuando debuté en un partido internacional con la selección.
No sé si podría decir que era el sustituto más obvio de Fischer, pero era el relevo más natural debido al sistema. Jugué de delantero centro con Klaus Allofs y con Karl-Heinz Rummenigge por detrás, ambos jugadores muy ofensivos. Podría decir lo mismo de nuestros centrocampistas Bernd Schuster y Hansi Müller. Fuimos muy ofensivos con carrileros también como Manfred Kaltz y Hans-Peter Briegel. Era un equipo muy atacante".
Encontrando su espacio en la selección…
"No diría que esperábamos llevar el trofeo a casa, pero teníamos un buen equipo, uno de los mejores de Europa. Siempre fuimos capaces de dominar el torneo y viajamos a Roma para la final dispuestos a llevarnos el título. Era un equipo fuerte en todas las posiciones, pero también un bloque donde los jugadores trabajaban juntos. Jugamos un bonito fútbol. No tuvimos ningún problema. Mi entendimiento con Kaltz ya era conocido en el Hamburgo, y Rummenigge era capaz de jugar con cualquiera. Hansi Müller y Schuster, dos jugadores creativos, eran unos genios. Fue muy sencillo para mí".
Aquella victoria ante Holanda por 3-2…
"Jugamos muy bien durante 70 o 80 minutos. Nos pusimos 3-0 por delante y entonces ellos marcaron dos goles. El trío Bernd Schuster, Hansi Müller y Rummenigge trabajaron muy bien y Klaus Allofs marcó los tres goles. Creo que hice mi trabajo y esto es algo que caracterizó al equipo. Todos trabajamos para todos y todos corrimos para todos, no importaba quien marcaba, si Allofs o Hrubesch. Realmente no dependíamos de un jugador, éramos buenos como equipo y continuamos dominando".
La final...
"Mi puesto estaba en peligro. Estuve tres partidos sin marcar y si Derwall no me hubiera puesto no me podría haber quejado. Pero echando la vista atrás está claro que tomó la decisión correcta. Recuerdo el primer gol muy bien. Los belgas estaban atacando pero antes de llegar a nuestro área Bernd Schuster recuperó el balón y comenzó un ataque muy directo con uno o dos pases. Me lanzó un pase en profundidad. Todo funcionó a la maravilla. Marqué el 1-0, en aquella ocasión lo hice con el pie y no con la cabeza.
En la segunda mitad vimos la clase que tenía Bélgica y merecieron el empate en el minuto 75. No podríamos haber ganado en la prórroga, porque habría sido demasiado. Recuerdo que ese día hacía mucho calor y estaba tan cansado tras el partido que me fue difícil levantar el trofeo. Mi segundo gol llegó tras un saque de esquina de Karl-Heinz Rummenigge desde la izquierda. Como todos nuestros saques de esquina, estaba preparado. Rummenigge me dio una señal y el portero Jean-Marie Pfaff cometió un error quedándose sobre la línea. Fui capaz de saltar muy alto y gracias a su fallo no tuve problemas para poner el balón en la red".